Emil es el príncipe heredero a la corona del sol y en ausencia de su madre deberá asumir el trono a pesar de su juventud; de lo contrario su nación tendrá que enfrentar de nuevo una terrible era de oscuridad.

Para evitarlo, Elyon, su mejor amiga –una solaris de espíritu libre y soñador–, lo convence de emprender un arriesgado viaje por Fenrai para dar con el paradero de la reina, antes de que los rumores sobre los siniestros planes del reino de la luna se vuelvan realidad. Pero la travesía se torna cada vez más peligrosa y desconcertante cuando descubren la verdad detrás de algunos secretos que era mejor no revelar. ¿Valdrá la pena poner en riesgo su vida para salvar el lugar que los ha visto crecer?

El libro esta dividido en tres partes, y aunque la primera parte es un poco introductoria, donde la autora nos presenta el mundo, los antecedes de la historia y a los personajes, esta no se siente pensada, pero tampoco la sentí tan interesante como me sucede con otras lecturas.

Algo que si debo admitir que ame desde el inicio, es la ambientación. Las descripciones están tan claras, que imaginar el mundo creado para la historia, es algo placentero. Sin duda es de mis cosas favoritas de esta primera parte.

La segunda parte, es la que sentí un poco más floja, aunque comienza un poco la acción y la intriga, al mismo tiempo sentía que le faltaba mas sabor, le faltaba algo más para envolverme completamente y decir “OMG, ¿QUE ESTA PASANDO?”. Sin embargo, en la tercera parte ese “OMG, ¿QUE ESTA PASANDO?” si lo tengo, y es que la tercera parte es toda una montaña rusa. Tenemos acción, intriga, misterio, y pasan tantas cosas, que no podía dejar de leer. Es adictiva, y tiene un final tan doloroso, que al suceder todo tan rápido, no pude asimilar hasta que terminé de leer y solo pude decir “DIOS MIO, ¿QUE ACABO DE LEER?”. Todo lo que me hizo falta en las dos primeras partes, en esta tercera parte me lo dan de una manera increíble.

Los personajes, están un poco simples, dicen que mejoran en la segunda parte, pero pues eso aun no lo sé así que diré que, en esta primera entrega, están flojos. Me salieron a deber, sentía que eran mucho mas pequeños que la edad que decían decir. Sabemos que son jóvenes, pero repetían mucho el “Somos unos niños” pero realmente tenían entre 16 y 18 años, y aunque ciertamente, aun son menores de edad, se sentían como de 12 y 14 años.  Y el constante “Somos niños, no hagamos tal cosa”, me desesperaba mucho. Que me lo digan una o dos veces, esta bien, se cree que tienen miedo. Pero que me lo repitan una y otra y otra, se me hizo innecesario.